En el  comienzo, Dios  creó  el  universo. Observó  a  su  alrededor  y  vio  que  era  bueno. Después,  decidió  que  se  veía  muy  triste  y resolvió adornarlo  con  luces relucientes  y  decorados  coloridos. A  las  luces  les  llamó  estrellas  y  galaxias,  a  los  decorados  les  nombró  planetas. Con  un semblante  de  arrogancia  sonrió para  sí mismo  y  se  dijo que  era  bueno. Cada  planeta  poseía  plastas amorfas. Les  dio  forma  separando  las  aguas  de  la  tierra. Las  aguas  y  la  tierra  se  notaban  vacías  y  aburridas,  al  verlas Dios  supo que  faltaba  algo y  se  animó a  crear  seres  que  habitaran  este  ahora estético  mundo.
Fue  así como  se  decidió crear  a  las plantas  y  los animales,  cada  uno con  cualidades;  la chita veloz, el  oso  fuerte,  el lobo  hábil.
Entre  todos los  animales  había  uno  especial,  era   débil, lento  y  torpe. Dios estaba  a  punto  de dejar a  este  pobre  espécimen  como  era,  pero  sus  hijos,  los  demás  animales, le reclamaron  a su  creador  por olvidar  a  su hermano  y  le  exigieron  una  habilidad única  para éste.
Dios se  percató que  ya  había  dado  todas  las  habilidades, todas  exepto  una, una  que  desde  siempre  había  sido  destinada  a  ser  exclusiva  de  Dios: La  inteligencia.
Desde  ese  entonces, aquel animal,  el  hombre, cree  estar al  nivel  de  Dios  por  tener su  habilidad  exclusiva. Tal  vez  sí lo  esté.
 
1 comentario:
la ortografia y forma estan muy bien, de hecho, hay q devirlo. pero la verdad siento la cosa un poco gastada, la verdad. pero seguro vendran, y ahi, mejores.
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