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lunes, 10 de enero de 2011

UNA MIRADA VIVA DE OJOS MUERTOS.

Tonto el que no entienda.
Érase una vez, hace no mucho y en un lugar no muy lejano, una madre que no podía ser mujer, y sin ser mujer su ser jamás estaría completo. Entrañas marchitas, amoratadas hasta el asco por enfermedad, aliciente perfecto para la huida de los hombres, presentes en las pesadillas de miedosos.
Culpa de Dios es que la madre jamás tuviera hijos. Bastarda, negada, desesperada mujer en busca de su esencia, pero la enfermedad le arrebató de tajo su matriz; con eso sus esperanzas. Las lágrimas de dolor, entonces, se tornaron en blasfemias rabiosas, de las que vuelven alegre al demonio y dan dinero a los curas.
¿Por qué una mujer tan amorosa ha de tener que sufrir la falta de un hijo? ¡Que los irresponsables los tengan, que al mundo se viene a sufrir!
En sus lamentos, recurrentes compañeros de su día a día, una voz llegaba a sus oídos..., no, no era a sus oídos, ni siquiera era su cerebro, pero escuchaba la voz, que le decía con insistencia "ve a la montaña, a la hora en que mi némesis murió".
Una y otra vez la oyó, hasta que le hizo caso y partió, pues mucho la había ignorado ya, y percibía en tal voz la esperanza.

1 comentario:

DUKE dijo...

deja mucho a la imaginacon, asi q creo q va para largo. bien escrito, solo espero q no creas q ser mujer es igual a ser madre, y creo q alli va la critica