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viernes, 26 de noviembre de 2010

LA HISTORIA DEL HOMBRE SIN ENCANTO (FINAL)

6:30 de la mañana, hora perfecta para salir al trabajo. Miro a mi alrededor, todo perfecto, con excepción de un ligero desorden. No hay problema, de seguro mi amada novia lo limpia, es tan atenta, y hoy particularmente se ve  hermosa, la abstinencia le da ese maravilloso rubor. Apenas se despierta, se prenda de mi cuello como nunca lo había hecho en su vida. "Qué maravilloso fue ayer", me dice, sin duda que la llevé al cine y después fuimos a misa.
Me besa constantemente la mejilla, pero le digo que tengo que volver a trabajar. Me visto, usando un traje negro, de sastre; le doy mis oraciones a Dios, para que me permita embargar una o dos propiedades. Tomo el carro y me dirijo al trabajo, llegando pronto, pues afortunadamente no hay mucho tráfico. Cuando bajo, ahí está ese horrible hombre, le digo que se consiga un trabajo, pero él tan sólo me agradece por mi gentileza de ayer, de seguro le propiné un valioso consejo sobre ser útil a la sociedad, mas  noto esa mirada en sus ojos, muy parecida a la que mi amada novia me ofreció, una mirada expectante. ¿Qué pasó ayer?
Cuando llego al trabajo, la música está insoportablemente alta, y para variar es su ruidoso rock, esa espantosa composición de Satán ; les digo que le bajen pero ellos me prepararon una sorpresa, todos juntaron para regalarme un saco hermosísimo, por mi generosidad. No lo niego, me conmuevo hasta las lágrimas. Ellos me dicen que ya llamaron a mi novia y que nos invitan a cenar, todo por lo de ayer.
¿Qué pasó ayer?, todos tienen la misma mirada, como si me amaran, como si yo tuviera un encanto único (aunque una impertinente voz dentro de mí dice: "como si por lo menos lo tuvieras").
 En la cena todos nos divertimos, y siento una presión en el pecho, y sonrío sin tener tiempo de objetar: Un gozo enorme me llega ¿Es que soy ahora verdaderamente feliz, es que por fin todos me quieren?
Cuando volvemos a la casa ella me dice que ama la persona que soy ahora, que todos me amaban como nunca por lo de ayer.
Yo no sé qué pasó ayer, pero ayer es el mejor día del resto de mi vida.

                                                                    Fin

 

domingo, 14 de noviembre de 2010

LA HISTORIA DEL HOMBRE SIN ENCANTO (PARTE 6)

Ya voy, con un pinchi trajecito sastre remamón, de lana, y unos calzones que el rependejo usa dizque para que se le paren las nalgas (aunque él no es superficial), y están tan cortitos, que ya se me botó un huevo, y, como el pantalón es de lana, ahí ando rascándome  a cada rato; ni puedo conducir así, pero bueno, que al cabo no falta mucho, así que, cuando ecuentre un estacionamiento, dejo el carro y me subo al camión. Pero cuando me subo, este cuerpo sufre de horribles nauseas, pero me las aguanto. Me bajo y un hombre ya me espera con una cara sonriente y un sombrero para las limosnas, pero cuando me ve, hace una mueca de desagrado y me dice "por todos los cielos, no me vuelva a dar una plática sobre el trabajo y mi ausencia de uno, o de lo importante que es ser útil a una sociedad que me quitó mucho dándome nada". Yo sólo lo miro y le doy una moneda que está en mi bolsa, y le respondo "que te aproveche, amigo", le doy una palmada en la espalda y, mientras me voy, él me dice, "Dios te lo pague, amigo, porque yo no tengo con qué", aunque me pregunto si lo dijo por la moneda o por la falta de sermón.
Llego a una fina oficina, todos visten de traje y liberan un suspiro, muestra firme de su molestia, así que bajan el volumen de la música y el ambiente se apaga, pero yo prendo el estéreo, abro una bolsa de papitas y digo: "cabrones, ya es una chinga trabajar, no nos chinguemos los unos a los otros con caras largas y aburrimiento, yo sé que así vamos a chambear mejor". Todos me vieron con extrañeza y finalmente nos pusimos a platicar un rato; rieron como nunca en sus vidas y yo me sentí feliz. En la hora del almuerzo yo invité la comida y posteriormente fueron al lugar que este cabrón jamás les hubiera dejado entrar sin una buena charla.
Después me dicen que tengo que ir a hacer un desalojo, y voy con pesar. Me dicen que esta gente no pagó el último cobro, pero ellos aseguran que sí, y yo veo en sus ojos que dicen la verdad, así que entro a la casa y busco el recibo como loco, lo encuentro, pero no en la casa, sino en el portafolios de uno de los hombres del banco, pues ellos querían la casa porque ese terreno les convenía. Me agradecen todos menos los banqueros, a quienes amenazo con mandar la información que tenía sobre ellos si no dejaban en paz a esa familia, ellos huyen despavoridos, como si este pendejo de veras les tuviera muchos secretos. Los compañeros de trabajo me ven y aplauden.
Llego a la casa y la encuentro, a la novia. Le recito hermosos poemas y finalmente cogemos como locos, ella sonríe y me pide más poemas, yo se los doy y quedamos abrazados hasta el amanecer, ella nunca despega su mejilla de mí, y una luz me dice que ya por fin puedo ir al paraíso, y acepto ir, dejando solo al hombre sin encanto.  

martes, 9 de noviembre de 2010

...Y SE MURIÓ DE ABURRIMIENTO

Era peculiar (y vaya, que eso viniendo de él era cosa rara)  que Jesús Urreta husmeara en los sueños de los demás, no porque no pudiera, sino porque le parecía de un terrible gusto andarse metiendo en las cabezas para averiguar asuntos que en lo más mínimo le importaban. A veces, sin embargo, el aburrimiento llegaba, y ni sus numerosos libros o sus costosos videojuegos lograban captar la atención. Lo que pasa es que finalmente no sería el único en leer ese libro o jugar el mismo juego que estaba jugando. Sin embargo, cuando un famoso escritor de novela fue a dar una conferencia sobre su nuevo libro a su universidad, y lo hacía entrando al auditorio, con esas mesitas de madera pintadas en un arrogante azul que, con excepción de estos días, lloraban su soledad, se internaba pues en el sitio y con una camisa de tela corriente, en la que reconocía el emblema de la saga Star Wars, y se acercaba a saludar a cuantos presentes le daban la bienvenida. Muchos, a decir verdad, nada más iban por que se les presentaba la oportunidad de faltar a clases, y esas oportunidades se abrazan como un novio celoso abraza a su pareja: con fuerza asfixiante.
Para Jesús, sin embargo, era un buen momento para ver si la hechicería, que hizo una mañana por mero hobby mientras su novia se arreglaba el cabello, funcionaba.
Dirigió su mirada hacia el hombre de los ojos profundos y risa quieta, puso sus dedos sobre sus propias sienes (¿no es algo que se hace siempre que se quiere entrar en la mente de alguien?) y esperó a que algo pasara mientras los demás lo veían como si fuera loco. Se enfadó de tener las manos levantadas, pero, cuando finalmente las bajó, lo vio, a un hombre cabalgando mientras disparaba plomo hacia atrás, donde unos bandidos arrastraban por el piso a un joven inocente que lloraba amargas oraciones, de ésas que se hacen cuando se quiere alcanzar el perdón, pues la salvación se ve inalcanzable. El vaquero, adornado por una gabardina de cuero, tan sucia y descocida que jamás se creería que lleva apenas dos meses con ella, dispara en forma tan certera que de un solo disparo mata a un villano y libera al inocente, después, con una pirueta que raya en lo inverosímil, mata a los demás, quedando a solas con el hombre a quien besa cariñosamente en los labios.
Le pareció un sueño enteramente divertido, pero jamás volvería a meterse en una mente ajena.
Esa promesa duró hasta el día en que se encontró con el compositor y líder de una de sus bandas favoritas, y en él percibió melodías e imágenes tan raras como una guitarra tocada por un pegaso de manos humanas.
Lo  hizo con un cineasta para ver escenas de su próxima película (espérela).
Pero tal vez sea la primera ocasión en que sus botezos como de animal le hagan notar lo aburrido que está, y por eso, por aburrimiento, está listo para ver nuevamente qué es lo que se encuentra en las mentes ajenas.
Se suponía que debía encontrar a sus amigos en una cafetería, pero, como primero debió ir al centro comercial a hacer un pago, llegó mucho más temprano de lo que debería, tanto así que ya llevaba una hora ahí y aún faltaba una más para que ellos llegaran.
Le pareció bien, entonces, hurgar en los sueños de la dama de a lado, pero en ella simplemente observó la aburrida relación con sus padres y la que tenía con su novio; a futuro, imaginaba estar casada con él, tener un buen trabajo, familia e hijos. Después vio al señor que cobraba, y en él, vio una imagen con su hijo, jugaban fútbol, él crecía, terminaba la carrera, se casaba, tenía buen trabajo, una casa y un hijo.
Pensó que ya estaba bueno de adultos, y dirigió su atención a un niño, quien soñaba que era escogido por un importante equipo de fútbol, conocía a una mujer con la que se casaba, y debido a que ya tenía un trabajo bien pagado, compraba una mansión y tenía un hijo. Fue entonces con una joven dark, quien imaginaba que todos quienes le han hecho daño morían de forma cruel, y le llenó de alegría ver que ella no soñaba lo mismo que los demás, pero vio todo eso como una etapa, al final..., adivinaron: trabajó, casa, casarse, hijos.
Salió corriendo del café, esperando a alguien con sueños diferentes, pero sólo encontró versiones del mismo sueño, por donde quiera que buscara, pues tenía fe en la gente, pero  su fe se fue al caño.
Una hora después, encontrándose en el lugar citado los amigos de Jesús, y sin avistamiento de él, se acercaron unos  paramédicos preguntando por los camaradas de Jesús Urreta (pues él, cuando aún hablaba, les dijo que ahí los encontrarían), ellos contestaron que lo eran, que lo conocían desde hace años. Los servidores públicos dieron la noticia de la desafortunada muerte de Jesús, y cuando uno de ellos preguntó, con lágrimas honestas y diáfanas, cuál era la causa de la muerte, los paramédicos contestaron.
-No sabemos cómo, pero su amigo murió de aburrimiento.